Martirologio Romano: Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires en Corea.
Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea (1839-1867).
Corea es uno de los pocos países del mundo en donde el cristianismo no fue introducido por los misioneros. Durante el siglo dieciocho se difundieron por el país algunos libros cristianos escritos en chino, y uno de los hombres que los leyeron, se las arregló para ingresar al servicio diplomático del gobierno coreano ante el de Pekín, buscó en la capital de China al obispo Mons. de Gouvea y de sus manos recibió el bautismo y algunas instrucciones. Este intelectual coreano, bautizado en Pekín, fue quien consiguió -a partir de su retorno en 1784- introducir el cristianismo en Corea.
Pero aquella naciente cristiandad sufrió una dura persecución y estuvo a punto de ser aniquilada. Sin embargo, cuando diez años más tarde, en 1794, un sacerdote chino vino de Pekín encontró todavía cuatro mil cristianos, tan fervorosos que en poco tiempo su número se duplicó. Siete años más tarde, en 1801, se produce una nueva represión, y el sacerdote fue ejecutado con unos trescientos cristianos, entre quienes destacaba la noble figura de Juan Niou y su mujer Lutgarda, que habían contraído matrimonio sin usar nunca del mismo.
Andrés Kim TaeGon: Nacido en familia nobiliaria de clase social que se llama yangban, los padres de Kim Taegon eran conversos y su padre fue también martirizado por practicar el cristianismo, una actividad prohibida en la Corea fuertemente confucionista de la época.
Bautizado a la edad de 15 años, Andrés estudió en el seminario de la colonia portuguesa de Macao, hoy parte de China. Nueve años más tarde fue ordenado sacerdote en Shanghái (1845) por el obispo francés Jean Joseph Ferréol; Después volvió a Corea a predicar y evangelizar. Durante la dinastía Joseon, el cristianismo fue duramente suprimido, muchos cristianos fueron perseguidos y ejecutados; los católicos por tanto recurrieron a practicar en secreto su fe. Kim Taegon fue uno de los muchos miles de cristianos que fueron ejecutados en este tiempo. En 1846, a la edad de 25 años, fue torturado y decapitado cerca de Seúl en el río Han. Sus últimas palabras fueron: “En esta última hora de mi vida, escúchenme atentamente: si he mantenido comunicación con extranjeros, ha sido por mi religión y mi Dios. Es
por él que yo muero. Mi vida inmortal está en su punto inicial. Conviértanse al cristianismo si desean la felicidad tras la muerte, porque Dios alberga castigo eterno para aquellos que rehusaron conocerle.”
San Pablo Chong Hasang fue uno de los mártires coreanos de la Iglesia católica. Su fiesta se celebra el 22 de septiembre, y es venerado junto con el resto de los 103 mártires de Corea el 20 de septiembre.
Antes de que el Padre Jean Joseph Ferréol, a la sazón primer obispo de Corea, muriera por asfixia el 3 de febrero de 1853, él deseaba ser enterrado junto a Andrés Kim, afirmando, “Nunca sabrán lo triste que fue para mí la pérdida de este joven sacerdote nativo. Amaba a su padre y le amaba a él; es un consuelo saber que ambos estarán en la felicidad eterna.”
París, rue du Bac. La calle está hoy compartida. Una de sus aceras la ocupan casi íntegramente los inmensos almacenes “Au bon marché”.
La otra acera conserva todavía un cierto aire del primitivo París. Una puerta humilde, que da a un estrecho callejón, conduce a una iglesia objeto de la veneración de todos los católicos del mundo: la capilla de las apariciones de la Virgen Milagrosa. Siguiendo por la misma acera encontramos otro edificio, también humilde en apariencia, pero de enorme significación en la historia de la Iglesia: el seminario de misiones extranjeras. Allí se forjó un nuevo estilo en la manera de concebir la tarea misional y allí, por vez primera, en forma orgánica, el clero secular forjó sus armas para salir a luchar las rudas batallas contra el paganismo.
El seminario llevaba ya muchos años funcionando cuando en 1831 se confiaba a sus alumnos un nuevo territorio de misión: la península de Corea. Territorio muy vasto, su extensión equivale prácticamente a la de Italia, y cuya evangelización habría de resultar muy penosa.
Pese a estar a la misma latitud que España o Italia, el clima es duro, continental, extremado. Por otra parte, el país es pobre, y no podría resultar fácil la vida de los misioneros. En cambio iban a tener éstos una ventaja: les esperaban unas cristiandades que habían sufrido ya su bautismo de sangre y la terrible prueba de la persecución.
El 6 de mayo de 1984, el papa San Juan Pablo II canonizó a Andrés Kim Taegon junto a otros 103 mártires de Corea, incluido Pablo Chong Hasang, durante la visita que este realizó a Corea. Su memorial se celebra el 20 de septiembre del 2001.