En diálogo con el Espíritu Santo:
-“Quiero forjar en ti esa actitud que acompaña a la fe y es la de la sencillez y la valoración de lo pequeño y lo escondido. La gran obra de salvación tuvo sus inicios en pequeños acontecimientos que a simple vista pueden parecer insignificantes.
En este proceso del corazón y de todo tu ser es muy importante que hablemos el mismo idioma. Ya lo ves, entre dos personas que se aman surge una identificación: los gestos, las posturas, las miradas y señales hacen que se comuniquen y se unan más. Si sigues las huellas de Jesús verás que su lenguaje es el de la sencillez y la valoración de lo aparentemente insignificante. Belén y Nazaret no tenían nada de atractivo: un establo, unos pastores, el trabajo ordinario, la rutina, y sin embargo, allí nació y vivió el Mesías.
Los treinta años de vida oculta formaron parte de la estrategia salvífica de un Dios que pudiendo realizar su obra de un día para otro, prefirió esperar y seguir el curso de la historia humana. Si quieres disfrutar de las obras y de la eficacia de Dios debes aprender a valorar lo pequeño, lo escondido, lo insignificante y debes aprender el arte de esperar pacientemente.
En esta parábola (Lc 13,18-21) Jesús te quiere enseñar su lenguaje, fíjate que compara el reino con un grano de mostaza y con la levadura; el grano de mostaza es tan pequeño como la punta de un alfiler, la levadura es nada comparada con la cantidad de harina con que se elabora el pan y sin embargo, el grano de mostaza crece y se convierte en un árbol y la levadura fermenta toda la masa. Este lenguaje es chocante y totalmente extraño a la “cultura” de lo aparatoso y espectacular, en donde todo lo que suena a inutilidad e ineficacia queda totalmente descalificado”.
- “Sí, Espíritu Santo: a veces, por buscar lo grandioso y llamativo, nos perdemos de disfrutar de lo sencillo y del ritmo cotidiano de la vida: cuando iniciamos una carrera universitaria y debemos invertir cuatro o cinco años en ella; cuando invertimos dinero en un negocio y debemos esperar que eche a andar y lleguen las ganancias, cuando lo que hacemos por los demás pasa desapercibido y parece que no hace ningún efecto. Allí, en lo escondido y con una fuerza increíble, tú vas actuando y transformando. ¿Sabremos aprovechar esos “espacios” y “momentos” de nuestra vida en los que parece que no pasa nada? ¿Sabremos vivir al ritmo de Dios?”
